No confundas ser flexible con comerte sapos
(Qué sí, que hay que adaptarse, pero sin dejar de ser tú misma ++ Este es mi envío n.º 165 de Cuento Cosas).
✏ Desde mi escondite
Hoy escribo desde Málaga, después de un mes sin pisar el sur. Nos hemos venido una pequeña delegación catalana. Pequeña, pero con mucho charme. Que nos gusta el sol (aunque casi siempre que bajamos todos, llueve), la alegría sureña y los boquerones. De cualquier manera.
☕ Cotidianidades Extraordinarias
Hace unos años, mi madre me invitó a pasar unos días en Croacia. Vacaciones pagadas, ¿quién se resiste a eso?
El problema es que, unas semanas antes del viaje, tuve una debacle emocional de campeonato. Estaba hecha polvo, por razones que ni vienen al caso ni me apetece revivir.
—Pocas ganas tengo de irme de viaje y disimular que no estoy bien 24/7— pensé. Pero, a tu madre lo último que quieres es preocuparla.
Así que, cogí mi pena y mi ansiedad, las metí en la maleta (junto con una caja de ansiolíticos) y pa’ Dubrovnik.
Te juro que en aquel momento me pesaba la vida. Los kilos no, porque perdí unos cuantos del disgusto. Me fui arrastrada, fingiendo ilusión y con un pensamiento fijo:
—Esto va a ser durísimo.
Porque claro, viajar con tu madre significa cero escapatorias. Cero momentos para llorar en silencio por las esquinas.
Las primeras 24 horas las pasé en modo actriz: Qué bonito el apartamento, qué rica la comida, qué ciudad más espectacular. Pero sabía que no iba a aguantar ocho días enteros fingiendo.
Así que decidí cambiar el chip. En vez de sobrevivir al viaje, decidí vivirlo.
Mi madre estaba tan feliz que decidí adaptarme a su ilusión y su felicidad. Y, ¿sabes qué? Que me acabó contagiando de tal manera, que acabamos las dos descojonadas con los chistes erótico-festivos de la guía que nos llevó a Bosnia, nuestros baños en la isla de Lokrum y las cervezas que nos tomábamos a litros para combatir el calor y que nos provocaban una risa floja todo el rato.
Al final, resultó ser un viaje de reset estupendo, de reconexión conmigo misma y de goce máximo con una de las mayores disfrutonas que conozco: mi madre.
La clave no fue otra que la flexibilidad. Adaptarme al entorno, a la situación y a lo que realmente importaba: que mi madre disfrutara. El resto lo afrontaría a la vuelta.
Saber adaptarse es vital en cualquier tipo de escenario y situación. Y ahí está el quid de la cuestión. Saber adaptarse no solo funciona, sino que genera retorno.
En mi caso el retorno fue un viaje genial y divertido; si hablamos de negocios y clientes, el retorno pueden ser clics, likes, consultas, solicitudes o ventas.
Si entiendes a tu audiencia, te adaptas a lo que necesita y se lo das, te lo agradecerá con creces. Si vas a tu bola, hablando solo de lo que a ti te interesa, el resultado será otro.
Es exactamente lo que pasó en Dubrovnik: o me hundía en la pena, me regocijaba en ella y lo pasaba fatal, o me adaptaba a lo que quería mi madre. Y el retorno fue, sencillamente, brutal.
No se trata de perder tu esencia. Se trata de escuchar, entender y ofrecer lo que realmente conecta.
Peeeeero, como dicen mis amigas, “no confundas ser flexible con comerte sapos”. Eso, jamás. Ahí es donde muchos tropiezan. Adaptarse no es traicionarse. Es encontrar el equilibrio entre lo que tú eres y lo que tu público espera de ti.
Si no sabes cómo aplicar esto en tu comunicación, holaquetal. Llevo años afinando estrategias para ayudar a marcas y profesionales a encontrar ese punto exacto entre autenticidad y conexión con su audiencia. Hablemos, puedo ayudarte. Y verás qué retorno obtienes.
☘ De remate
No te vayas sin esto:
P.S. Un par de años después de ese viaje, tuve que mover mil papeles para demostrar que no había vivido en Bosnia, que los cabritos de la aduana me pusieron el sello de entrada pero no el de salida en el pasaporte.
P.S. 2 Cada vez que recordamos a la guía de Móstar acabamos llorando de risa. Y eso siempre es bien.
P.S. 3 Si tú también tienes muchas historias que contar, de Dubrovnik, de Castellfollit de la Roca o de la Cochinchina, escríbeme. Vamos a sacarles partido.
✔ Trucos, trastos y algo más
Algo más…
Seguro que te he hablado más veces de este sitio, pero es que es uno de mis favoritos de Málaga. Está en El Palo y su plato son los huevos con patatas y carabineros. Y la rusa, que está de muerte. Hablo de Hermanos Alba, claro. Producto, producto y más producto. Maravilla.
Y ya que hablamos de comer, para no perder la costumbre, también te recomiendo un par de cosas más:
El atún en manteca y los chicharrones de Er Pichi de Cái y Óleo Restaurante, un japonés junto al C.A.C. Málaga. Expo y sushi, un buen plan.
🫢 Palabras Improbables
Cada semana, una palabra común con un significado que no esperabas. Inspirado en Verbolario de Rodrigo Cortés, porque el lenguaje siempre tiene sorpresas.
Flexibilidad, f. Firmeza suave.// 2. Transigencia natural de algunos metales.// 3. Inteligencia entreverada de bondad.// Ductibilidad propia del junco y del árbitro diestro.
📷 La imagen
Nueva sección: Me he resistido a ponerle imágenes a esta newsletter, para no distraer de lo importante. Aunque, para aplicarme bien el cuento, debo adaptarme y ser flexible, así que si las imágenes funcionan bien, ¿por qué no aprovecharlas?
La de hoy, como no podía ser de otra manera, del viaje a Croacia. Me la hizo mi madre diciéndome: —Corrreeeee, ponte ahí que te saco una foto antes de que lleguen todos los japoneses.— más mona, ella.
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Qué bonito cómo la flexibilidad y el dejarse llevar pueden transformar una experiencia. A veces, basta con soltar el control y permitirse estar presente para descubrir lo que realmente importa. Y qué gran recordatorio de que adaptarse no es renunciar a uno mismo, sino encontrar el equilibrio justo.