¿Perfección? No gracias. Dame torreznos, un gin-tonic de Larios y autenticidad
(Tengo un invitado especial. Y espacial, porque es galáctico // Este es mi envío n.º 153 de Cuento Cosas //).
✏ Desde mi escondite
Hoy escribo desde Barcelona. Reposando (ehem) hasta el año que viene.
Yyyyyy… (redoble de tambores), vengo con una edición especial. Canelita fina.
☕ Cotidianidades Extraordinarias
¿Sabías que el 90% de las veces que nos ponemos a escribir estamos tratando de impresionar a alguien? Vale, acabo de inventarme la estadística, pero estoy bastante seguro de que no ando muy desencaminado. Porque a ver, piensa en la última vez que te enfrentaste a una página en blanco: ¿cuánto tiempo pasaste buscando la palabra perfecta, la frase perfecta, el eslogan perfecto? Seguro que un buen ratito, ¿no? Pues venga, voy a dispararte mi primer spoiler: nadie conecta con la perfección, cariño. Así que ya puedes dejar de buscarla. De nada.
Y es que, cuando hablamos de escribir, de comunicar, no hace falta ser un lumbreras para darse cuenta de que vivimos rodeados de full postureo. Y de ruido. Mucho ruido. Que sí, que todos tenemos algo que decir, pero parece como que nos ha dado a todos por gritarlo al mismo tiempo, ¿no? Porque chica, no sé tú, pero yo estoy hasta el mismísimo nepe de escuchar cosas que no suenan para nada reales por parte de personas o marcas que intentan sonar a lo que no son. Todo el rato.
Da lo mismo que escribas un cuaderno de espiritualidad pop o un eslogan para vender calcetines antideslizantes. En ambos casos, lo único que va a funcionar seguro, sí o sí, es que puedas darte permiso a ser auténtico. Aunque te parezca que cuesta horrores o que no va a conectar. Y es que ya lo decía la Agrado en su maravilloso monólogo de Todo sobre mi madre: “que cuesta mucho ser auténtica, señora”.
Y que no te engañen. Ser auténtico no es escribir lo primero que se te pase por la cabeza en plan "hola, aquí estoy yo" y pensar que hale, ya está. La autenticidad requiere un ejercicio de honestidad brutal. Requiere que te conozcas, que sepas quién eres, que estés dispuesto a sentirte a gusto con todas tus cosas maravillosas, pero también con todas tus mierdas. Algo así como un ir quitando capas: de miedos, de imposturas, de intentar sonar guay y estupendo. Venga anda. Que a mamarla a Parla, chica.
Porque déjame decirte algo. Tu escritura no tiene que ser perfecta. Tiene que ser real. Cuando nos damos permiso a despelotarnos y a ser rabiosamente auténticos, no necesitamos las palabras perfectas, porque nuestro mensaje llega. Y porque al final, los seres humanos no buscamos que nos impresionen. Buscamos que nos toquen. Aunque solo nos toquen los huevos y no la lotería. Porque si nos tocan, conectamos. Y conectamos con las imperfecciones, con el rimmel corrido, con el café desparramado por encima de la mesa y con unos buenos torreznos de Soria acompañados de un gin-tonic de Larios. Conectamos con lo que no nos suena ajeno. Con lo que resuena a verdad. A verdad de la buena.
Así que querido, déjame acabar esto como si fuera un mensaje de Mr. Wonderful, sin ser nada de eso yo:
Está perfecto ser lo que eres.
Que se note.
Habrás notado que no soy yo la que escribe el texto de arriba. ¿O no? Yo no soy tan pop, aunque a veces me gustaría serlo.
El que escribe es mi amigo Joan y yo no puedo más que suscribir cada palabra. AMÉN.
Si le conoces y lees este texto, le identificas perfectamente. Escribe igual que habla, como si lo tuvieras enfrente, tomándoos un café. Bueno, mejor una cerveza (o dos).
Lo que ves es lo que hay.
Si no le conoces, tú te lo pierdes. Hemos estado muchos años sin vernos, por cosas de la vida, pero nos hemos reencontrado y hemos llegado a la conclusión de que nos hemos echado mucho de menos.
Y aunque somos muy distintos en muchas cosas, nos parecemos mucho en otras, como en lo de defender a capa y espada la autenticidad y los fuckin’ postureos. También tenemos maneras de escribir parecidas. Aunque creo que él me lleva bastante ventaja, que es periodista, publicista y algunos otros istas. Ahora, además, es escritor. Acaba de publicar su primer libro y yo acabo de terminarlo.
Le tenía muchas ganas y tengo que reconocer que me ha explotado bastante la cabeza. No quiero hacerte mucho spoiler; solo te digo que baja a la tierra conceptos que son muy abstractos y difíciles de explicar. Habla de la peli de nuestra vida (en general y en particular) y de nuestro empeño en perseguir la dichosa felicidad, cuando esta ya nos viene de serie. Todo con un salseo muy particular, mezclando a Platón con Paquita Salas sin que le tiemble el pulso.
Bueno, pues hoy me apetecía traerte a este invitado por aquí. Y ya te digo que es el primero, pero no va a ser el último. Una vez al mes, más o menos, invitaré a una persona para que escriba aquí sobre lo que le apetezca y lo compartiré contigo. Así conseguimos dos cosas: darle un aire nuevo a Cuento Cosas (así se llama mi newsletter, por si no lo sabías) y mostrar y compartir talento, que haberlo haylo, mucho y muy bueno.
Gracias Joan, por tu generosidad y por sacarme, siempre, una sonrisa.
☘ De remate
No te vayas sin esto:
P.S. El libro. El libroooooo. Se llama Cuaderno de Espiritualidad Pop y, en palabras del propio Joan, es el libro de espiritualidad que los espirituales no quieren leer. No deberías perdértelo.
P.S. 2 ¿Te imaginas tomándote unos torreznos y un gin-tonic de Larios con Paquita Salas? Es la expresión más gráfica del concepto pop. A ver, que igual no sabes quién es Paquita Salas. Solo te digo: Ya estás tardando en ver la serie.
P.S. 3 Paquita Salas no es para todo el mundo. El libro de Joan no es para todo el mundo. Mi manera de escribir no es para todo el mundo. Lo que tienen en común las personas que encajan con Paquita, con Joan y conmigo, es que adoran ser auténticas, les va la marcha y no conciben la vida sin sentido del humor.
P.S. 4 Vuelve a leer el texto de Joan, de verdad. Yo no podría haber escrito mejor sobre la importancia de la autenticidad. Y ya sabes: Está perfecto ser lo que eres. Que se note.
✔ Trucos y trastos
Cuando preparábamos este mail de collab, dijimos que deberíamos usar algún sticker de los cientos que tiene Joan en su poder y que usa en las conversaciones de WhatsApp con maestría. A cuál mejor, tujuru. De momento, no me apetece introducir elementos gráficos en esta movida, pero los stickers son un recurso que yo no usaba demasiado hasta ahora y que me parece lo más. Hay que ser muy hábil y muy rápido para ello, aunque todo es cuestión de práctica. Estoy empezando a tener un repositorio bastante digno y no sabes la risa que es. Antes, los casi despreciaba en los chats, pero me he dado cuenta de que lo hacía porque eran malísimos. He cambiado de opinión con los de calité. Otra vez, con patatas.
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