Cuando era niña, mi madre me llevaba a un pediatra con un nombre bastante peculiar: el Dr. Patricio Tardío.
Hace unos días, bajaba andando por la calle Calvet, y de repente, tuve un flashback, al pasar frente a una portería de esas antiguas y señoriales.
Y me acordé del Dr.Tardío.
¿Por qué? Pues ni flowers. Teniendo en cuenta que han pasado entre 40 y 50 años, no sé por qué narices me vino a la memoria.
Sé que tenía la consulta en esa calle. Y de repente, me vino la imagen de un señor mayor, agradable, aunque muy serio, con una jeringuilla en la mano.
Iba a ponernos una vacuna. A mí y a mi hermana.
No me gustaban nada las agujas, pero yo sabía que no había escapatoria y apretaba los dientes (y el culo) para que me doliera lo menos posible.
En cambio, mi hermana, se escabullía siempre, y salía corriendo por toda la consulta hasta que entre mi madre y la enfermera, lograban sujetarla, como si de una loca se tratase, tumbarla en la camilla y facilitarle el trabajo al Dr. Tardío. Que la acababa pinchando, por supuesto, entre lloros y gritos.
Dos posturas. Dos opciones.
La mía, creo que era la más sensata. Como yo, que siempre he sido la más sensata de las hermanas. Sobre eso, te puedo contar quinientasmilochocientastreintaycuatro historias.
Bueno, la más sensata porque sabía que no me podía escapar del pinchazo, así que me resignaba, soplaba fuerte y aguantaba.
La postura de mi hermana era la de llamar la atención, gritar y patalear porque tenía miedo de la inyección y pensaba que podría escapar de ella. Y daba vueltas y vueltas y mareaba la perdiz para intentar librarse.
Total, que hace unos días, le estaba contando este revival a un amigo, y de repente, me paré y le dije:
––Mira, a mí me da la sensación de que tú eres un poco como mi hermana. Que vas dando vueltas, mareando la perdiz y poniendo excusas para posponer lo de ocuparte de tu comunicación. La de tu empresa, vaya.
Se quedó muerto.
–– No veas, vas directa a la yugular, ¿no?. Me dijo.
Yo:
––Ya me perdonarás, pero es que al contarte la anécdota del pediatra lo he visto claro. Hablas de otras cosas, despistas y me rehúyes para no afrontar que necesitas ponerte con tus contenidos y tu forma de comunicar.
Y mientras tanto, vas dando palos de ciego y probando de escabullirte, porque si cuela, cuela.
Él se partía de risa:
––Touché, tienes razón. Es que no acabo de ver claro cómo encararlo, cómo ponerme a trabajar en ello, y pienso que si voy dando rodeos y postergando, algún día me dejarás en paz.
Yo:
–– Y te librarás del pinchazo, ¿no?
–– Eso mismo.
Yo no sé, pero creo que esta situación, a más de una o de uno, le puede resultar bastante familiar.
¿A ti te suena?
Si es así, quizás ha llegado el momento de ponerte las pilas y empezar a ocuparte de tus textos, tu comunicación y tus contenidos.
Y dejar de esquivar y posponer el pinchazo, por así decirlo. Si sabes que al final te va a hacer bien.
Yo tengo un par de servicios que te irían genial para empezar:
Auditoría de textos y Servicio de consultoría one to one.
Ahí te lo dejo. Para que lo pienses. Pero no lo pienses demasiado, o se te juntará con el siguiente pinchazo.
P.S. Ya no me dan miedo las agujas. Muchas veces, un buen diagnóstico y un pinchacito en el culo previenen un montón de problemas. Y te ahorras los lloros y el pataleo.
P.S. 2 Joder, que ya es octubre. Se me ha pasado el verano en un plis.
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