Vaya verano de música y festivales llevo.
Como si tuviera 15 años. O 18, que con 15 la gente no va a (estos) conciertos. Digo yo.
Hace bastantes meses que compramos entradas para unos conciertos ‘sopresa’ en un chiringuito de una playa gallega.
Es un fenómeno curioso. Compras la entrada y no sabes quién va a actuar hasta unos minutos antes de que aparezca en el escenario. Es muy guay.
Ya puedes preguntar a los camareros, a la gente del pueblo… que nadie suelta prenda. Forma parte del juego.
Con el tiempo, el tema se ha ido sofisticando y se han creado chats y grupos de whatsapp que elucubran, durante semanas, para adivinar qué banda va a actuar qué día, filtrar el secreto mejor guardado y liarla parda. No siempre aciertan, pero tienen un ir y venir que los lleva locos.
El año pasado ya estuvimos allí, y después de una grata sorpresa el primer día y un concierto chulísimo que recordaremos, creo que durante muchos años, el segundo día, teníamos las expectativas tan altas que se nos cayó el suflé cuando actuaron unos chavalines que conocían en su casa y en pocos sitios más.
Así que este año hemos comprado entradas para tres días (¡tres!) y hemos ido sin ninguna expectativa. Solo dispuestos a juntarnos con amigos y pasar unos días de música y juerga a tope. Y disfrutar. Así ha sido.
Porque imagínate que tienes entradas para hoy, y resulta que el día anterior toca tu banda favorita. Merde, no?
Puede pasar, claro.
De hecho, sí hicimos caso de una filtración (en principio muy fiable) y compramos entradas para un cuarto día, cambiando todo el rumbo del viaje por ese concierto. Venga, todo al rojo.
Era Leiva, poca broma. Y en ese sitio. Puedo decir que era un sueño por cumplir.
Y el día anterior, empezaron los rumores de que el tipo iba a tocar ese día y no el siguiente (el de nuestras entradas).
Nos dejamos caer por el lugar, que siempre es un planazo, por si las moscas. Sin entradas, vestidos de playa y a verlas venir.
Bueno, confirmado. Toca hoy. No hay entradas y las de mañana nos las comemos con patatas.
Pues nada, le escucharemos desde la playa (abarrotada, por cierto). Un poco desilusionados, porque nos lo habíamos jugado todo al rojo. Aunque allí estábamos, sentados en la arena, con nuestras cervecitas, dispuestos a disfrutarlo ‘desde atrás’. Que si hubiésemos estado allí por casualidad y sin saber, nos morimos de la emoción.
Cuando, por cosas de la vida, se alinearon los astros y nuestro ‘chivato’ consiguió que nos dejaran entrar. Así, pimpam.
Fue como llegar a Disneylandia. Ilusión y disfrute máximos.
Conciertazo en petit comité, sin saberlo, sin esperarlo. Una maravilla.
Y al día siguiente, como teníamos entradas, pues fuimos igualmente. Sin ninguna expectativa, porque ya habíamos cumplido un sueño el día anterior.
Y fíjate cómo son las cosas, que nos encontramos con un concierto supermarchoso, superdivertido y que nos dejó con la boca abierta. Íbamos a pasar un ratillo y nos pegamos una noche memorable.
Esto es lo que tienen las expectativas. ¿Tenerlas o no tenerlas? This is the question.
Yo ya he aprendido que es mejor no tenerlas, porque nunca están a la altura.
Ir por la vida sin ellas, hace que todo sea más fácil.
Lo mismo pasa en los negocios.
Crees que tienes un producto o un servicio que es la leche y luego resulta que, por lo que sea, no encaja, no gusta y tu público no le presta atención.
¿Lo has hecho mal?
Seguramente, no.
Le has puesto tanto empeño, cariño, esfuerzo y emoción que eso hace que sientas que va a petarlo y todo el mundo se va a pelear por él.
Pues no.
Eso pasa a menudo.
Pero también pasa lo contrario.
Haces algo igual de bien hecho, que te gusta, bien trabajado, le pones amor y lo lanzas. Y resulta que triunfa.
A veces es que sí y a veces es que no.
Así que hay que tener cuidado con las expectativas. Para que no te frustres. Para que no te desilusiones.
¿Sale bien? Perfecto, dale.
¿Sale menos bien? Pues no pasa nada, a otra cosa mariposa, y a seguir creando.
Es el yin y el yan de los negocios.
Y… ¿Qué narices tienen que ver las expectativas con el copy?
Pues todo y nada.
Crea tus textos de la manera más honesta posible. Siendo fiel a ti misma, a tus valores, a tu esencia y a tu manera de hacer las cosas. Ponle todo el empeño.
A veces funcionan. Otras no tanto.
No importa, no desistas, sé constante y sigue escribiendo.
La CONSTANCIA y la PERSEVERANCIA son súper importantes en la comunicación de tu negocio, Y en la creación de contenidos.
Ah… ¿Que no te ves capaz de ser constante con tus textos?
Tranqui, yo te ayudo. Eso se me da bien. Ayudar y ser constante.
Tengo un servicio de revisión y auditoría de contenidos que te puede ser muy útil.
Para que hagamos que tus textos salgan fetén y con la periodicidad que sea buena para ti y para tus clientes.
Para que no te desanimes si alguno no funciona tan bien como esperabas.
Para que tus clientes te tengan siempre en su mente y en sus pensamientos.
Para que seas constante, perseverante y convincente.
Eso sí, sin expectativas.
P.S. He vuelto con un montón de ideas nuevas. Algunas funcionarán y otras no. Lo dicho, cero expectativas, no vaya a pasar lo mismo que con Leiva.
P.S. 2. Algunas cositas que me han gustado de estos días de juerga y rock'n roll:
El sitio del que hablo en esta historia es el Náutico de San Vicente, que ya conoces seguro si te gusta la música, y que, insisto, es un planazo siempre, toque tu banda favorita o no.
Comer pimientos de Herbón (que no de Padrón). Sin rabito, que, por lo visto, llena de aceite al pimiento y le da un sabor amargo que camufla su sabor real. Ricos, ricos y con DOP.
La tortilla de patatas hecha al fuego de leña de Casa Tomé, en Coirós. Hay que desviarse lo que haga falta para comerla, es un manjar de dioses. Sin prisa, eso sí.
P.S. 3 Leiva tiene una canción que habla sobre las expectativas, es esta.
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