#81| Cosas que dije que nunca haría y lo extraordinario de lo ordinario.
Me he pasado 24 horas sola en un camping.
(Síííí, en un camping, cuando toda la vida he renegado de eso, ya ves)
Bueno, sola no, con Bob, un perrete un poco zumbado, haciéndome compañía.
Y rodeada de familias en sus caravanas. Les he estado observando. Tenía tiempo.
Una pareja francesa que me ha despertado, después de dormir divinamente casi diez horas del tirón, enfadados porque el señor no conseguía sacar la furgoneta con las maniobras correctas. Se han marchado un poco enfurruñados, supongo que se les pasará en cuanto cojan la carretera rodeada de verde.
Una familia holandesa superordenada que ha recogido sus bártulos muy pulcramente y los ha colocado cuál piezas de tetris en una furgo en la que ya no cabía ni un alfiler.
Una pareja con dos chavales adolescentes que hacían gimnasia (hacer gimnasia, esa expresión es de cuando yo iba al colegio, ¿no?), mientras su padre descargaba las bicis superpro.
––Ya verás cuando vean las cuestas, pensaba yo.
Aunque como son superpro, seguro que las harán con la gorra.
Otra parejita de novios desayunando tan ricamente en su mesita de camping. Un gustazo mañanero.
Dos jubilados que han descargado una moto de su caravana, se han equipado perfectamente y se han marchado de ruta. Seguramente a la ciudad, que está de fiestas.
Y así unos cuantos más, cada uno con su casa (una casa temporal, o no, más grande, más pequeña, pero casa, al fin y al cabo), sus historias, sus movidas y su vida.
Si te paras a pensar, las vidas de las personas no son tan diferentes. Todos tenemos un lugar de origen, una vida profesional, una familia, amigos, problemas, alegrías, penas…
Observando a toda esta gente con sus historias cotidianas, pensaba que si cada uno de ellos se dedicara a escribir cómo es su vida y las cosas que les pasan, saldrían un montón de relatos, vivencias, historias de viajes y de aventuras.
Qué chulo.
También tengo una amiga que está viajando sola por Asia.
Yo le digo que me parece una valiente, recorriendo sitios tan recónditos, con su mochila, su tablet y su pluma (o sus teclas) tan lúcidas y certeras.
Ella me contesta que es mucho más complicada la vida real que viajar sola por Asia. A mí me sigue pareciendo una proeza.
Ha empezado un diario de bitácora de su periplo, por petición popular. Y cada día manda un mensaje de whatsapp narrando sus aventuras a todos aquellos a los que sabe que nos interesan y con las que disfrutamos mucho.
Espero que las recopile todas y algún día las pueda disfrutar mucha más gente. Yo lo veo, tiene mucha madera.
Todo esto me confirma que todos, absolutamente todos, tenemos un montón de cosas que contar. Algunas son más extraordinarias. Otras más comunes, más cotidianas, de las que me gustan a mí.
Pero eso es lo maravilloso, que lo cotidiano puede convertirse en extraordinario si lo cuentas a tu manera, viviéndolo, sintiéndolo, disfrutándolo.
Tus historias son tuyas, aunque si las escribes y las cuentas de manera auténtica y honesta, pueden convertirse en las historias de los demás. Y entretener, atraer, llamar la atención y hacer que quien las lea, quiera saber más.
De eso va el storytelling: de contar historias.
Historias que hablen de ti, de lo que eres, de lo que haces, de cómo lo haces.
Historias que enganchen, que transmitan, que conecten.
Eso aplica a cada marca y a cada proyecto. Las historias humanizan a tu marca y le dan valor.
Así que si tienes un negocio y aún no estás contando tus historias, ya puedes ir pensando en empezar.
Yo te echo un cable, si quieres. Te cuento más sobre historias aquí.
P.S. Pues mira, no he desconectado del todo. Pero es que en un viaje pasan tantas cosas, que es imposible no escribirlas.
P.S.2: Mientras escribo esto, ha llegado otra familia al camping. La señora ha bajado de la caravana en bragas y sujetador a indicarle a su marido cómo aparcar.
Lo bueno de hacer lo que te apetece sin estar pendiente de lo que piensen los demás. Me encanta.
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