#76| Viajar sin viajar y los seres que pululan por el líquido elemento

Hace poco hablaba de ‘El Elemento’, y después de enviar el mail, me acordé de repente de esta frase: ‘miedo me dan los seres que pululan por el líquido elemento’. 

Corría el año 1990 y yo era una pipiola que trabajaba en una agencia de viajes. 

Tenía unos compañeros que eran la caña, jóvenes, divertidos y muy coñones (que no cañones, no los recuerdo especialmente buenorros, y que me perdonen si alguna vez me leen). 

Les gustaba el humor. Y gastar bromas. Con mejor o peor fortuna para los que acabábamos siendo sus víctimas. 

Hubo de todo: 

Una respuesta de: ‘espera que se está vistiendo’, a la llamada del novio celoso de una chica que estaba de prácticas. Se lio una buena. 

Cambiar mi Renault 5 de entonces de sitio, mientras yo trabajaba y volverme loca buscándolo a la salida. 

Hacernos cantar ‘una canción guarra’, subidas a una silla en la primera cena de Navidad, diciendo que era la tradición. Nada de tradición, era una novatada. Y a ver, definan ‘canción guarra’. Yo canté la de ‘me asomé a la reja…’ vestida con mis mejores galas de entonces. Aún se están descojonando a mi costa. 

Y luego estaban las frasecitas.

Llegaba el director financiero por la mañana, con su metro noventa y su corbata, pasaba la puerta y decía, muy serio: ‘miedo me dan los seres que pululan por el líquido elemento’. 

Y se quedaba tan ancho. 

O cuando alguien se quejaba: ‘Qué dura es la vida’. 

Él contestaba: ‘Más larga y dura es la de los elefantes’. 

Fue mi primer trabajo. Aprendí un montón de cosas, viajé bastante y me lo pasé muy bien.

Una de las cosas que más me gustaba era preparar la documentación de viaje para los clientes. Redactar el itinerario. Los personalizábamos mucho y siempre adjuntábamos un dossier del destino. Un dossier que escribíamos nosotras (a máquina), y en el que me gustaba recrearme, porque era una manera de transportarme a esa isla, esa ciudad o ese país que yo no conocía, pero que era como sí, porque ya había escrito sobre él en varias ocasiones. 

Viajar sin viajar. 

Viajar con la mente. Y con la imaginación.

Crear imágenes mentales. 

Una herramienta superpoderosa para emocionar, persuadir y convencer. 

Quien dice viajes, dice cualquier otra cosa. 

Si consigues recrear una imagen o una situación en la mente de tus lectores, será mucho más fácil atrapar su atención y convencerles de que compren eso que tú tienes.

Por eso me gustan tanto las historias.   

Una buena historia dibuja imágenes y escenas en las mentes de quien lee o escucha. 

Y cuando tienes esa imagen en tu mente, lo ves todo más claro, más real. Y te influye, te inspira y muchas veces, acaba convenciéndote. 

Si te dedicas a los viajes, piensa en esto la próxima vez que escribas un itinerario para un cliente. 

Si vendes otra cosa, también funciona. Haz la prueba. 

En tu web, en tu blog, en tus mails…

Y si no tienes tiempo para darle una vuelta o prefieres delegarlo, llámame y lo vemos. 

Los resultados cambian considerablemente. 

P.S. No se trata de ‘contar cuentos’ sino de crear, a través de historias, esa imagen de lo bueno que es tu producto o servicio para tu posible cliente y cómo le va a facilitar la vida. 

P.S. 2 A ver… ¿No te has imaginado al tipo de metro noventa soltando la frasecita de marras? ¿O quizás me has visto subida a la silla con mi vestido de gala cantando muerta de la vergüenza?

P.S. 3 Hablando de viajes, esta semana he estado en el sur. Un par de cosillas que me han gustado: 

• La Playa de la Herradura, en la costa de Almuñécar. A pesar de ser julio y con un calor de espanto, es una playita muy agradable, de cantos rodados, sin arena pegajosa y con un agua limpia, limpia. Y, de paso, comer en el chiringuito La Sardina. Planazo.

• Y, en Málaga, la expo de Javi Calleja. Un tipo genial que lo está petando mucho. Después, una cañita en el centro y  un homenaje en el restaurante Hermanos Alba. Producto, producto y producto. Mi fav, el sashimi de salmonete y los carabineros con patatas, huevo y trufa. Si no te pasas con el vino, es muy razonable y yo repetiría una y mil veces. 

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