El otro día, escuchando a un tipo que es un referente del marketing digital (de los buenos, no de los vendehúmos), soltó esta frase:
‘Hay que acercar el ascua a la sardina’.
Espero que no pienses mal al haber leído el asunto de este mail. No hay segundas intenciones.
O bueno, que cada uno interprete, que para eso existe el libre albedrío.
Total, que a lo que se refería este hombre era a la necesidad que tenemos todos de acercarnos a nuestro público.
Todos, todas y todes.
Cualquier persona. Sí, tú también, necesitas tener una audiencia. Un público objetivo. Un cliente ideal.
Esa audiencia sirve para que consigas tener visibilidad, generar confianza y acabar obteniendo moneymoney del producto o servicio que tú tengas para vender, ya sea un pintalabios, comida eco a domicilio o un servicio de mantenimiento de ascensores.
Y aunque ahora pienses que igual estás llegando tarde a la fiesta, porque aún no tienes un perfil en ChatGPT, no estás publicando en redes sociales o tu página web es de cuando aún existía la EGB, las cosas no han cambiado tanto.
Porque las personas queremos lo mismo ahora que hace doscientos años. Tener más tiempo libre, vivir más tranquilos o tener cierto estatus o bienestar físico y mental.
Los deseos, anhelos y necesidades de las personas que te van a comprar son casi idénticas a las que tenían nuestros abuelos, que no eran digitales y tenían menos estrés, pero que, al final, también necesitaban vivir y sentirse bien.
Entonces, este buen señor insistía mucho en que debes saber a quién quieres dirigirte. Yo lo comparto al cien por cien.
Si no sabes quién es tu público, ¿cómo vas a saber cómo comunicarte con él?
¿Cómo le vas a hablar? ¿Qué le vas a contar? ¿Cómo vas a solucionar sus problemas?
Si sabes a quién te diriges, también conoces qué necesita, cómo lo necesita y para qué lo necesita. Y el idioma que habla, y no me refiero a si habla inglés o burgués.
Como si se tratara de una nueva pareja a la que quieres enamorar y que caiga rendida a tus pies (pero sin la ñoñería de las pelis de Disney).
Vale.
¿Y cómo se hace eso?
Pues no te diré que sea tarea fácil. Porque no lo es. Cuesta un huevo.
No se trata de hacer cosas distintas, sino de comunicarlas de manera diferente. A tu manera. Y a la manera de las personas que están dispuestas a escucharte.
Cómo te comunicas o cómo te relacionas con esas personas es lo que te hace diferente.
Así que, si tienes un negocio (del tipo que sea, eso no importa) y no has hecho el trabajo de saber a quién te diriges, ya estás tardando.
Cuando tienes esto claro, todo es mucho más fácil. Porque ya sabes a quién le estás hablando, y como le gusta que lo hagas. Y empieza la etapa del flirteo.
Este trabajo es una buena parte del servicio de Resucita tu lista fría.
Ale, te dejo aquí, en periodo de reflexión.
¿Conoces bien a tu cliente ideal?
Pues eso, ya va siendo hora de que acerques el ascua a la sardina.
P.S. Que si quieres, yo te ayudo. El trabajo duro, compartido, es menos duro. Pero no es gratis, ¿eh? En el enlace de arriba.
P.S. 2 Esta semana he estado en la Librería Calders, una ‘librería especializada en libros’ (sublime!) que es muy guay de visitar. Si vas, compra un libro, porfa. Y cuando salgas, te tomas una caña y unas anchoas en la barra de Latorre y, si tienes tiempo, te vas a cenar a Quimet & Quimet. No te pongas tacones, porque no te vas a poder sentar. Pero merece mucho la pena.
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