La semana pasada fui al teatro.
La obra se llamaba ‘Cartes d’amor’.
No tenía ni idea de qué iba; me invitó mi madre y como sé que a ella todo lo que sea salir le chifla, le dije que sí, sin saber qué íbamos a ver.
Solo sabía que actuaban Àlex Casanovas y Lloll Bertran.
Y me hizo gracia, porque hacía siglos que no sabía de ellos.
Recuerdo a Lloll en el papel cómico de Vanessa en El Joc del Segle con el famoso “vídeooo’ y a Àlex en El cor de la ciutat o Nissaga de poder. Guapo, guapo.
Bueno, cuando llegué al teatro, me pareció que era chulo ese petit comité: una sala pequeña, con el escenario (pequeño) en medio y gradas a ambos lados, con poquitas butacas a cada lado.
Imagino que los teatros también han reinventado formatos y aforos, también les ha tocado recortar.
El público era mayoría de parejitas mayores (es que me cuesta decir abuelitos).
Total, que la obra narra la historia de dos amigos que se escriben cartas desde que eran chiquitos e iban juntos al colegio.
Primero son cartas inocentes; a él le gusta ella, ella no le hace ni caso.
A lo largo de los casi cincuenta años que dura esa correspondencia, se van intercambiando los papeles, ella más frívola, él más pendiente de ella, y conocen el amor fraternal, el espiritual, el erótico, y se explican sus vidas, sus esperanzas, sus sueños, sus victorias y sus derrotas…
A ella no le gusta escribir cartas. A él sí. A ella le gusta leerlas. Y cuando no las recibe durante un tiempo, le escribe a él, desolada por no tener noticias suyas.
En esas cartas pueden expresar todo lo que sienten, todo lo que les pasa. Se abren en canal el uno al otro, y se cuentan todos aquellos sueños, anhelos y sentimientos que, probablemente, nunca se dijeron de palabra.
La obra (y las cartas) están llenas de amor, humor, ternura y humanidad.
Al final, él, en su última carta… (uy, que casi te hago spoiler, no, no, si puedes ve a verla y si no puedes, escríbeme y te lo explico de tú a tú)
Cuando pasó eso que no te he querido contar para no hacerte spoiler, empezaron a oírse sollozos entre el público, y la pareja de abuelitos que tenía delante se cogió de las manos y se besaron con una ternura que casi me rompe el corazón. A él se le caían las lágrimas a borbotones.
Ay… el amor.
Cuántas emociones y sentimientos despierta.
El amor mueve el mundo. Bueno, no exactamente. Un día escribiré sobre esto.
Pero está claro que mueve un montón de cosas.
¿Y si te digo que también puede moverte a ti para que te pongas las pilas y empieces a dárselo a tus clientes?
Y escribirles cartas. O emails. Emails de amor. De ternura, de humanidad.
Porque somos humanos y las personas humanas tenemos ese pequeño ‘defecto’: nos gusta que nos mimen, que nos quieran y que se preocupen por nosotros.
Si tú quieres cuidar a tus clientes, mimarles y darles amor, puedes hacerlo a través del email.
No te digo que lo hagas a lo ñoño ni se trata de hacerles llorar, pero sí de despertar sus emociones y tocarles el corazón.
¿Te animas a probarlo?
Te aseguro que funciona casi tan bien como las cartas de amor; créeme que no es ninguna broma.
Tengo un servicio para que empieces con esto. Te va a gustar.
P.S. Al salir del teatro, tan íntimo y recogido, nos topamos con un concierto de música electrónica del Festival d'Arquitectures de Barcelona. Mi madre: ‘me gusta salir de noche, porque siempre pasan cosas’. Ilusionada como una chiquilla.
P.S. Mis 3 #cosasquemegustan de esta semana:
La obra Cartes d’amor. Tierna, bonita y en petit comité.
Comer en Normal, hermano pequeño del Celler de Can Roca. Pequeño homenaje en Girona, de nuevo.
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Bonito bonito, como siempre, como todo lo que escribes, bueno, lo que cuentas :)
Un beso preciosa!