#62 | Lo bonito que es decir ‘te quiero’
El subidón de oxitocina que te produce abrir el buzón y recibir una carta de amor…
Escuché esto en una charla entre Alex Rovira y Francesc Miralles, dos personas a las que admiro mucho y que tuvieron una conversación sobre los beneficios de escribir.
Bueno, también era para vender un taller de escritura, que he comprado, of course, porque me gusta mucho lo que dicen y cómo lo dicen y porque creo que me va a ir genial.
Volvamos a las cartas de amor.
Hemos perdido un poco este hábito tan chulo.
No sé si tú lo has tenido alguna vez. Yo sí.
Escribir cartas de amor. O de amistad. O cartas.
Hubo una época en la que le di al boli y al papel de forma salvaje. No había WhatsApp. Ni Telegram. Ni móvil. Ni ná.
O llamabas por teléfono o escribías cartas.
A mí lo del teléfono no me hacía ninguna gracia, pero lo de escribir cartas, me flipaba.
Me iba de campamentos y escribía cartas a mis amigas que estaban en otro sitio de vacaciones.
Me iba al pueblo y lo mismo.
Me agobiaba de la vida y escribía cartas a mi amiga Pati, contándole mis cosas, mis problemas existenciales y lo que se terciase. Que íbamos juntas al cole, y nos veíamos cada día, pero eso daba igual.
Cartas de dos o tres folios con reflexiones, anhelos, amoríos o chorradas varias. Con dibujitos (ahora serían emojis), corazoncitos y demás. Y rollo, mucho rollo.
Me encantaba escribirlas. Y recibirlas, por supuesto. Tardaban en llegar (sobre todo si lo comparamos con la inmediatez que tenemos ahora con los mensajes). Pero cuando llegaban, era subidón, subidón.
Ya ni te cuento si las cartas eran de amor. Con los novietes de turno primero, con los que perduraron después.
Recibías la carta, y buscabas un ratito y un espacio tranquilo para leerla. Molaba mil.
Y después, la respuesta de vuelta. Y elegir el sello, el sobre, añadir pegatinas de colores…
Yo he perdido el hábito del boli y el papel, aunque nunca he dejado de escribir a las personas que quiero y que me importan, para contarles cosas que solo se cuentan por escrito.
Aunque las puedas decir cara a cara. Las cartas (físicas o digitales), siempre son especiales. Escribir para expresarte, para exponerte, para abrirte en canal. Para perdonar, para reconciliar, para sanar.
El proceso de escribir cartas, nos conecta con la intimidad verdadera.
Quien dice cartas, dice emails; las cartas modernas que dice mi madre.
Yo uso el mail no solo para contar cosas a las personas de mi lista. También lo uso para enviarme reflexiones a mí misma, para hablar con mi gente y para escribir cartas de amor. Doy unas turras de órdago.
Turras que me sirven para expresar algo que me cuesta decir de viva voz y que me libera, me tranquiliza y me hace feliz.
¿Tú escribes cartas?
Si no lo haces, yo te lo recomiendo mucho. Es liberador, gratificante y sanador.
Rovira y Miralles también contaban que leyendo a alguien, puedes adivinar cómo es la persona que escribe, qué siente, qué quiere transmitir. Taaan cierto. Sobre todo si escribe desde el corazón y con autenticidad, sin parafernalias.
No me enrollo más.
Si escribes, de la manera que sea y para quien sea, ya sabes de qué hablo.
Si no lo haces, es un buen momento para empezar.
Si quieres hacerlo y no sabes cómo empezar, yo te diría que te apuntes al taller de estos dos grandes.
O que contactes conmigo.
Ya no soy la adolescente que escribía como una loca en papel, aunque sigo dándole a la tecla con la misma pasión.
Si quieres escribir a tus clientes, hablemos y veamos cuál es la mejor manera de hacerlo. Puedes hacerlo tú y yo te superviso y te acompaño. O si te va grande, yo me pongo en tu piel y lo hago por ti.
Venga, escribe. O deja que lo haga yo como si fueras tú.
P.S. Cuando despedían la charla, se dijeron mutuamente ‘te quiero’. De palabra, que es genial. A mí, personalmente, me gusta ponerlo por escrito.
P.S.2 A tus clientes también les gusta que les digas que les quieres. Y que piensas en ellos. Y que sabes lo que les gusta. En el enlace de arriba para ver cómo hacerlo.
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